FRAGOROSA DERROTA DE LA IZQUIERDA INTERNACIONAL

Colombia a salvo: “la trampa se rompió, y hemos quedado libres”

Alejandro Ezcurra Naón

De izquierda a derecha, Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia; Raúl Castro, dictador cubano y R. Londoño (a) Timochenko, cabecilla de las FARC.

El rechazo de los colombianos a los llamados “Acuerdos de Paz” entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la narcoguerrilla de las FARC, en el plebiscito del dí­a 2 de octubre, significó una derrota de alcance histórico no solo para la guerrilla y sus cómplices en Colombia, sino para toda la izquierda internacional y su variopinto cortejo de “compañeros de ruta” , no pocos de ellos eclesiásticos.

Nunca antes América Latina habí­a presenciado, para un asunto estrictamente de polí­tica interna de una de sus naciones, una presión internacional tan formidable como la que se ejerció para imponer a los colombianos la aceptación de esos acuerdos inicuos. Y nunca antes una jugada revolucionaria de esa envergadura habí­a colapsado de manera tan estrepitosa.

La negociación de los acuerdos se realizó en La Habana en estricto secreto, a espaldas de la opinión pública, teniendo como articulador nada menos que al jerarca comunista cubano, Raúl Castro.

Absurdos en cadena para realizar una gigantesca demolición

Este paso fue el primero de una secuencia de absurdos en cadena, que surcan de punta a punta este proceso de “paz” signado por la irracionalidad. Santos pareció ignorar que el castro-comunismo tiene pesada responsabilidad en el ciclo de violencia desencadenada en Colombia desde los años 60, y aún antes. Vale recordar que en 1948 Fidel Castro, entonces con 21 años de edad, participó en Bogotá del sangriento motí­n llamado “bogotazo” que durante tres dí­as incendió la ciudad, dejó miles de ví­ctimas, y fue el punto inicial de la ola de violencia sin precedentes que se desató en el paí­s. Años después, ya instalados en el poder en La Habana, los Castro promovieron la erupción de guerrillas marxistas en todo el continente, de la que resultarí­a en 1964 la creación de las FARC. Siendo así­, ¿de qué especie de paz podí­an ellos ser articuladores, sino de una “paz” a la medida de la extrema izquierda?

Otro absurdo: los términos del acuerdo sólo se dieron a conocer pocas semanas antes del plebiscito, en un fatigoso documento de 297 páginas que evidentemente la gran mayorí­a de los 35 millones de votantes colombianos no tendrí­an posibilidad de conocer ni evaluar, siendo forzados a aprobar algo que no conocí­an.

Absurdo dentro del absurdo, las cláusulas del acuerdo ”camufladas en un fraseado pacifista y técnico” equivalen a una rendición del Estado colombiano a las exigencias de las FARC, implicando una múltiple demolición: del ordenamiento constitucional, de la propiedad privada (comenzando por una “reforma rural” socialista y confiscatoria), de la familia y de la institucionalidad polí­tica, sustituida por un enjambre de “comisiones” estilo soviets, integradas conjuntamente por elementos de las FARC y del gobierno, y que en la práctica asumirí­an el manejo del paí­s al margen del estado de derecho.

Como si esa irracionalidad no bastase, también los crí­menes de las FARC quedarí­an impunes; el delito de narcotráfico dejaba de ser asunto penal para convertirse en tema “polí­tico” ; los guerrilleros recibirí­an jugosas prebendas económicas al dejar las armas, y ocuparí­an decenas de curules de senadores y diputados sin necesidad de elegirse por voto popular.

O sea, este remedo de paz significaba, para las FARC, lo que Marx llamaba un “salto cualitativo brusco” para catapultarlos al poder e implantar su versión siglo XXI del comunismo: un comunismo updated, que acoge todas las reivindicaciones de los lobbies LGBT y de la perversa ideologí­a de género (palabra que parece obsesionarles: es mencionada 114 veces en los acuerdos!). El comunismo y el liberalismo confluyen, así­, en el intento de demoler los últimos restos de la civilización cristiana, revelando que son dos caras de una misma moneda ideológica.

Lí­deres mundiales instrumentalizados por las FARC

El gigantesco show de la firma de los acuerdos en Cartagena, seis días antes del plebiscito.

La avasalladora presión polí­tico-publicitaria llegó a su clí­max en el gigantesco show de la firma de los acuerdos, montado en la ciudad de Cartagena de Indias el dí­a 26 de septiembre (o sea, seis dí­as antes del plebiscito). Según el diario “El Tiempo” , esa “ceremonia protocolaria ... estaba diseñada para ser el impulso final a favor del ”sí­ [1].

Figuras de primer plano polí­tico y económico mundial se prestaron a colaborar en ese “impulso final” : allí­ estaban, instrumentalizados por el dúo Santos-FARC, los secretarios de Estado del Vaticano y de los Estados Unidos; el Secretario General de la ONU; los presidentes del Banco Mundial y del FMI etc.; al lado de quince jefes de Estado de América Latina y del Caribe, más otros 2500 invitados.

Con semejantes apoyos, el gobierno se mostraba tan seguro del triunfo del “SÍ”, que ”nuevo absurdo” ni siquiera elaboró un plan alternativo para el caso de vencer el “No” . En esto, Santos actuó como un principiante y no tardarí­a en quedar en ridí­culo delante del mundo entero.

Al momento de firmarse los acuerdos, las principales encuestadoras parecí­an dar razón a esa temeridad: todas ellas sin excepción preveí­an un holgado triunfo del “SÍ”: por ejemplo Ipsos-Napoleón Franco indicaba que después del show de Cartagena, el apoyo al “Si” habia subido al 66%. ¡Otras llegaron a darle el 75%!

Interferencia papal: ¿cómo explicar lo inexplicable?

Lamentable intervención del Santo Padre.

En medio de ese optimismo, sin embargo, sonaban algunas alarmas: mediciones confidenciales alertaban acerca de que el “No” vení­a repuntando. Vino entonces el apoyo inesperado: faltando apenas dos dí­as para la votación, se divulgaron en todos los medios colombianos estas palabras del Papa Francisco, pronunciadas al firmarse los acuerdos:

“Tengo que decir que el presidente Santos está arriesgando todo por la paz, pero hay otra parte que está arriesgando todo para continuar la guerra, y los que están con la guerra hieren el alma”  [2]. También prometió viajar a Colombia, pero supeditado a que el acuerdo de paz “sea blindado en plebiscito . Y añadió en español: ¡Muchas gracias, Santos!  [3].

¿Agradecer qué a Santos? ¿La entrega del paí­s a la narcoguerrilla? Todos los colombianos interpretaron, con razón, este lamentable paso en falso papal como una indebida interferencia puramente polí­tica. Francisco parecí­a dar a entender que la paz sólo podí­a ser esa paz y no otra; que los que por cualquier razón justa se opusieran a esos acuerdos querí­an necesariamente “continuar la guerra” ; y que si no ganara el “sÍ él no viajarí­a a Colombia: una mal disimulada presión polí­tica, por tanto.

Ahora bien, justo esa semana el Papa habí­a afirmado que “la teorí­a de género es un gran enemigo del matrimonio” y es el arma de “una guerra mundial para destruir el matrimonio”  [4]. ¿Por qué, entonces, favorece unos acuerdos que, entre otras cláusulas nefastas, pretenden implementar esa misma ideologí­a? ¿No percibe cuánto esa gritante contradicción mella su credibilidad y la de la propia Iglesia?

Sus palabras suscitaron de inmediato fuertes réplicas, como la del ex candidato presidencial y conocido dirigente católico José Galat Noumer, quien en una carta abierta a Francisco le señaló que la aprobación de esos acuerdos significarí­a establecer en Colombia “el socialismo del siglo XXI” , la nefasta ideologí­a de género, y “un estado dictatorial, sin verdad, sin paz y sin justicia”  [5].

Sorpresiva victoria del NO: triunfo de la sensatez, confusión y furor de la izquierda

Todo estaba montado para festejar la victoria. La "sorpresa" fue enorme.

En ese clima se llegó al dí­a de la votación. Contra toda expectativa se impuso el “No” . Fue por un margen pequeño ”menos de 60 mil votos, sobre 13 millones” pero suficiente para echar por tierra una inaudita y colosal maniobra revolucionaria.

La prensa liberal y de izquierda no salí­a de su asombro y confusión. “Sorpresa” fue la palabra que dominó los titulares impresos, televisivos y de Internet. Todo estaba montado para festejar la victoria del “SÍ”. Y de repente, en pocas horas, la gigantesca trama revolucionaria urdida durante varios años se desplomaba sin remedio...

El diario izquierdista español “El Paí­s” , oráculo de la caviaridad peruana e hispana , empeñado a fondo en el “SÍ” con páginas y páginas dedicadas a publicitarlo, en su primer titular sobre el imprevisto resultado no pudo contener su desaliento y encono contra el pueblo colombiano: “Colombia se asoma al abismo al rechazar la paz con las FARC” (¡en realidad, el abismo hubiera sido votar por el “sÍ!). E iniciaba así­ su relato: “En un mundo de locuras sin fronteras, Colombia optaba este domingo por dar un salto al vací­o o ser ejemplo para el planeta. Ganó la primera opción” . La ofuscación ideológica le impidió ver que el resultado fue precisamente lo contrario de “locuras” : Colombia evitó saltar al vací­o al decir NO al engaño, y con ello dio al mundo una lección de sensatez, de racionalidad y de cordura.

El expresivo tí­tulo de un artí­culo del sacerdote populista argentino Eduardo de la Serna, cabeza del llamado “Grupo de Curas en Opción por los Pobres” de su paí­s, “¡Cuánto duele Colombia!” , resumió perfectamente la consternación y el desánimo que cunden en la izquierda [6].

Completamos esta nota cinco dí­as después del plebiscito. El último capí­tulo del show de los acuerdos ha sido el anuncio de que el dí­a de hoy le fue otorgado al presidente Santos el Premio Nobel de la Paz. Ese galardón, aunque ha perdido mucho de su valor y significado, estaba obviamente previsto para ser el acto final, la “cereza en el chantilly” que coronarí­a triunfalmente todo el proceso, tras ser ratificado por el “SÍ” en las urnas. Faltando ese “SÍ” quedó como una distinción sin sentido, un “premio consuelo” de sabor amargo, que condecora lo que el pueblo colombiano rechazó: el desatino final de una cadena de absurdos.

Las razones profundas de un NO, y el impasse para la Revolución

Luis Fernando Escobar, Director del Centro Cultural Cruzada, coordina acciones con directivos de otras instituciones que trabajaron por el "NO".

Mientras la credibilidad de las encuestadoras colombianas ha quedado ”una vez más” merecidamente por los suelos, las desconcertadas izquierdas y su cohorte de “tontos útiles” liberales todaví­a siguen preguntándose qué sucedió, por qué hubo ese vuelco de opinión hacia el “No” .

La explicación es bien simple: todo aquello que el binomio Santos-FARC quiso esconderle a la nación en materia de concesiones inadmisibles a la narcoguerrilla, acabó finalmente saliendo a luz. Y esto, lo decimos con verdadera alegrí­a, se debió en considerable medida a las campañas de denuncia llevadas a cabo por nuestras asociaciones hermanas en Colombia, la Sociedad Colombiana Tradición y Acción y el Centro Cultural Cruzada. Por cierto hubo denuncias similares de gran mérito, como las efectuadas por el ex Procurador General Alejandro Ordóñez Maldonado y otros, pero sin duda las realizadas por Cruzada y Tradición y Acción tuvieron un impacto considerable.

Jóvenes del Centro Cultural Cruzada en las calles, en contacto directo con el público.

Durante tres años, y con mayor intensidad a medida que se aproximaba la fecha del plebiscito, dichas asociaciones se entregaron a una persistente y sacrificada labor de esclarecimiento a la población (cuyo elenco de acciones es tan numeroso que serí­a imposible listarlo aquí­), consistente en manifiestos, libros, folletos, comunicados, declaraciones, conferencias, reportajes por radio y TV y, sobre todo, constantes campañas públicas que se revelaron de una extraordinaria eficacia para contrarrestar en la calle, persona por persona, la avasalladora propaganda a favor de “SÍ”.

Esa actuación culminó en la semana previa al plebiscito, con la publicación en tres de los mayores periódicos del paí­s, “El Tiempo” de Bogotá, “El Colombiano” de Medellí­n y “El Paí­s” de Cali, de un manifiesto que poní­a al descubierto la iniquidad de los acuerdos, titulado “NO a la entrega del paí­s a las FARC ” El Estado de Derecho será reemplazado por soviets, para hacer de Colombia un paí­s socialista”  [7] y una impactante carta a todos los Obispos del paí­s acompañada de miles de firmas, “Católicos colombianos piden a los obispos: ¡Rechacen los acuerdos de la Habana!”  [8]. Paralelamente grupos de jóvenes de Tradición y Acción difundí­an en calles de Bogotá decenas de miles de volantes “Colombia pide NO” a los acuerdos de la Habana.

Campaña pública de la Sociedad Colombiana Tradición y Acción contra la falsa paz, en las calles de Bogotá.

Esos tres documentos, publicados también en diarios de Panamá y de Miami, donde hay gran presencia colombiana, poní­an al descubierto las concesiones ocultas al comunismo incluidas en los acuerdos. evocando las palabras de Nuestro Señor: “No hay nada oculto que no se descubra algún dí­a, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado” (Luc. 8, 17). El pueblo comprendió que estaba siendo engañado: y el resultado del plebiscito mostró que muchos lograron abrir los ojos a tiempo.

Está creado, así­, un impasse en las negociaciones de paz. Sea cual fuere el futuro de estas, los colombianos han quedado advertidos, y eventuales nuevas negociaciones ya no podrán ser realizadas en la sombra, ni a sus espaldas.

Los colombianos le deben a su Patrona, Nuestra Señora de Chiquinquirá, un sentido agradecimiento por este extraordinario resultado: laqueus contritus est, et nos liberati sumus ” “La trampa se rompió, y hemos quedado libres” (Sal. 124, 7).







[7“El Paí­s” , Cali, 29-09-2016; “El Colombiano” , Medellí­n, 1-10-2016. Texto completo en: http://www.credochile.cl/destacados/el-estado-de-derecho-sera-reemplazado-por-soviets-para-hacer-de-colombia-un-pais-socialista





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