Durante la Santa Misa dominical en la Catedral Metropolitana, el pasado 19 de diciembre, el arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo Mattasoglio, profirió durante el sermón palabras que dejaron a los fieles estupefactos. En el corto espacio de una línea, Su Excelencia consiguió negar dos dogmas fundamentales de la fe católica: “Jesús no muere haciendo un sacrificio de un holocausto, Jesús muere como un laico asesinado”. Poco más adelante volvió a la carga: “Los sacerdotes no iban a representar la salvación [de Israel], sino un laico”. Estas afirmaciones contienen dos errores mayúsculos.
Existe un “renacimiento conservador” que viene siendo analizado por muchos intelectuales. Sin embargo, hay un punto que aún no se ha explorado lo suficiente: el papel de Brasil y, en concreto, del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en la gestación y desarrollo de esta reacción. Ahora, el historiador graduado en Harvard Benjamin A. Cowan —izquierdista— publica su investigación Mayorías morales en las Américas. Brasil, los Estados Unidos y la creación de la derecha religiosa. Recurriendo a fuentes inéditas, incluyendo informes de los servicios de inteligencia, concluye que “la TFP fue el actor principal en el desarrollo de esta cruzada neoconservadora en el continente y en el mundo”.
Las declaraciones de Francisco sobre las uniones homosexuales provocaron un verdadero terremoto. Y no es la primera vez. Muchos católicos se preguntan: para ser fieles al Papa, ¿debemos cruzar los brazos ante la revolución homo/transexual que subvierte la moral social? ¿Debemos dejarla vencer y sepultar la enseñanza de los papas anteriores?
Algunos medios extranjeros presentan la victoria de Pedro Castillo en las recientes elecciones presidenciales del Perú, como la enésima prueba del deslizamiento inexorable del continente hacia el socialismo. Si bien esta tendencia existe y hay mucho de qué preocuparse, la hazaña electoral de Castillo debe ser tomada con pinzas.
Descansemos el espíritu de las perturbadoras realidades que nos envuelven, contemplando una institución que es fruto de la civilización cristiana: la Guardia Suiza Pontificia. Presentamos una breve colección de palabras dirigidas a ella por el Papa Benedicto XVI en diversas ocasiones.
Hay momentos en la historia de un pueblo en que, en un solo lance, se juega todo su destino. De las decisiones que tome ahora dependerán el futuro de la Patria y el destino de las almas. Esa hora ha sonado para el Perú.
Compartimos con nuestros lectores las palabras de admiración con que el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira comentó la magnífica fachada de la Catedral de Orvieto.
Con gran aspaviento una misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estuvo en China para investigar los orígenes de la pandemia de COVID-19. Sin embargo,
el propio jefe de la misión, Peter Ben Embarek, expresó su “frustración” por la falta de acceso a la la información solicitada, incluyendo estadísticas incomprensibles. Al final, el propio Secretario General de la OMS se vio obligado a declarar que “todas las hipótesis permanecen abiertas, se requieren más análisis y estudios”.
Para culminar nuestra serie sobre el tema del encabezado, no nos extenderemos esta vez relatando intervenciones históricas de la Divina Providencia que detuvieron las epidemias; citaremos solo un par, continuando con la numeración precedente, para luego extendernos en aspectos complementarios y responder objeciones.
En esta era de laicismo, en que la vida política está separada de la vida religiosa, es encomiable que un presidente de los Estados Unidos se presente como un católico practicante y participe públicamente en los sacramentos de la Iglesia. Sin embargo, el catolicismo del presidente Biden es sui generis. Ha decidido convertir a los Estados Unidos en la potencia mundial que lidere el rechazo a la moral cristiana. Ante esto, se suscitan las preguntas: ¿Es realmente católico? ¿Se le debe seguir administrando la sagrada Comunión?
Presentamos la segunda parte de nuestra serie “impedir el culto no es el modo de combatir una pandemia”, pasando revista a diversas manifestaciones históricas en que la Divina Providencia detuvo epidemias, mostrando la importancia central de pedir la ayuda del Cielo y cumplir la voluntad de Dios. Introduciremos también el tema de los pecados de los pueblos, que desarrollaremos más en la tercera parte.
Nos dice J. B. Weiss en su Historia Universal que "con razón a Carlos se le llamó Magno. Mereció ese nombre como general y conquistador, como ordenador y legislador de su inmenso imperio y como incentivador de toda la vida espiritual del Occidente. (...) Es el modelo de los emperadores católicos, el prototipo del caballero y la figura central de la gran mayoría de canciones de gesta medievales".
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