CIVILIZACIÓN CRISTIANA

El Nuevo Cisne de Piedra: Neuschwanstein

Por Leo Daniele

El castillo de Neuschwanstein muestra uno de los aspectos hermosos del alma del rey Luis II de Baviera: esa aspiración a lo fabuloso, antídoto para la banalidad de los días que corren, sin gracia ni grandeza.

Ciertamente hay algo de injusto en calificar al rey Luis II de Baviera (1845-1886) apenas como un demente, pues también fue llamado "Rey Cisne" y "Rey de cuento de hadas". A su pluma pertenece este bello texto:

"Es intención mía reconstruir las ruinas del viejo castillo de Hohenschwangau, cercano al desfiladero de Pollat, en el verdadero espíritu de los viejos castillos de los caballeros alemanes [...] la ubicación es la más bella que alguien puede encontrar, sagrada e inaccesible, un templo digno para el divino amigo que trajo la salvación y la verdadera bendición al mundo".

En "Ambientes, costumbres, civilizaciones" —sección de la prestigiosa revista de cultura católica “Catolicismo”—, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira se refiere a Neuschwanstein como "el sentido del combate y de la dignidad refinada".

Y establece un contraste entre el fabuloso mundo de Luis II y el espíritu del mundo moderno, vuelto hacia lo práctico: "El pobre Luis II tenía esa cualidad. Él siempre intentó que lo fabuloso brille en sus castillos. El castillo de Neuschwanstein muestra uno de los aspectos hermosos del alma del rey. Viéndolo, se puede vislumbrar lo que él [el Rey] podría haber llegado a ser, si no se hubiera desviado".

El pensador católico brasileño emite otro juicio sobre el monarca, que nos impresiona: "Él era un apasionado de las cosas medievales y mandó construir un castillo medieval. Sin embargo, en la Edad Media no se construían castillos así. Él imaginó un edificio no precisamente medieval, pero con todo el espíritu medieval. Hay allí algo que trasciende al gótico".

¡Esta última frase llega a ser audaz, pero es cierta!

Volvamos a sus comentarios:

"La primera impresión que el castillo sugiere, a mi modo de ver, es causada por el juego de las torres, sobre todo de la más alta, que parece desafiar los montes detrás de él, como quien dice: estoy en la cima del orbe, más alto que yo no hay nadie.

"El cuerpo principal del castillo, constituido por varios pisos, es el trazo de unión entre otros dos edificios que terminan también en torres, pero desiguales.

"La entrada del castillo, que remata y recoge toda la atmósfera de grandeza que se ve, encierra esa grandeza como que en un cáliz, representado por el patio interior del edificio. Se trata de una construcción de piedra o de ladrillo rojizo, con un portal magnífico. Da la idea de algo jerárquico. Visto el edificio de abajo hacia arriba, hay una gran mirador, desde donde se domina la naturaleza.

"El castillo refleja un aspecto altamente jerárquico de la grandeza, que tiene grados y que en ellos se desarrolla, hasta tocar a los hombres menores. Él ofrece como que una caricia a quien quiera entrar con buena intención".

Así, Luis II tenía un tal apelo a la fábula que hasta el trineo que encargó hacer para salir de noche por la nieve es propio de un héroe de fábulas. Viajando en un trineo de fábula por el paisaje fabuloso, helado más que nevado, de los montes de Baviera durante el invierno.

Así, Neuschwanstein es un castillo altamente simbólico. ¡Es fabuloso! ¡Pensar en eso es un antídoto para los días que corren, sin gracia ni grandeza!


Les dejamos estas hermosas tomas del Neuschwanstein filmado desde un dron:











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