Cuestionar la doctrina y la moral evolutiva del Papa Francisco no es ideologí­a ni volver al pasado, sino mantenerse firmes en la fe

José Antonio Ureta *

Christoph Wagener - Own work, CC BY-SA 3.0, Wikimedia.

En las últimas semanas, el Papa Francisco ha repetido que quienes critican las novedades que está introduciendo en la Iglesia son ví­ctimas de la “ideologí­a” . En su opinión, esto se debe a que se niegan a plasmar la doctrina católica en las vicisitudes de la vida cotidiana de los bautizados y de sus contemporáneos.

En su polémica conversación con los jesuitas portugueses al margen de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa arremetió contra el supuesto “volver al pasado” (”indietrismo”) de la jerarquí­a y los laicos norteamericanos:

“La visión de la doctrina de la Iglesia como un monolito es errónea” . Porque en “un clima de cerrazón. (”¦) se pierde la verdadera tradición y se acude a las ideologí­as en busca de un apoyo (”¦) En otras palabras, la ideologí­a suplanta a la fe, la pertenencia a un sector de la Iglesia sustituye a la pertenencia a la Iglesia” . Y añadió: “Estos grupos estadounidenses de los que hablas, se van a aislar solos. Y en vez de vivir de doctrina, de la verdadera doctrina que siempre crece y da fruto, viven de ideologí­as. Entonces, cuando uno en la vida deja la doctrina para suplirla por una ideologí­a, pierdes como en la guerra”   [1].

Durante la conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Mongolia el 4 de septiembre, el Papa Francisco volvió a esta dicotomí­a doctrina/ideologí­a. Cuando se le pidió que respondiera a la irritación causada por sus elogios a los autócratas rusos Pedro el Grande y Catalina II, el Papa declaró:

Hay imperialismos que quieren imponer su ideologí­a. Me detendré aquí­: cuando la cultura se destila y se convierte en ideologí­a, ése es el veneno. Se utiliza la cultura, pero destilada en ideologí­a. Esto hay que distinguirlo, cuando es la cultura de un pueblo y cuando son las ideologí­as que luego surgen para algún filósofo, algún polí­tico de ese pueblo. Y esto lo digo para todos, incluso para la Iglesia.

Muchas veces se ponen ideologí­as dentro de la Iglesia, que alejan a la Iglesia de la vida que viene de la raí­z y va hacia arriba; alejan a la Iglesia de la influencia del Espí­ritu Santo.

Una ideologí­a es incapaz de encarnarse, es sólo una idea. Pero la ideologí­a, al tomar fuerza y convertirse en polí­tica, suele convertirse en dictadura, ¿no?, se vuelve incapaz de dialogar, de avanzar con las culturas. Y los imperialismos hacen esto. El imperialismo siempre se consolida sobre la base de una ideologí­a.

También en la Iglesia hay que distinguir entre doctrina e ideologí­a: la verdadera doctrina nunca es ideológica, nunca; está enraizada en el pueblo santo y fiel de Dios; en cambio la ideologí­a está desvinculada de la realidad, desvinculada del pueblo”¦  [2].

A la siguiente pregunta de cómo evitar la polarización en el próximo Sí­nodo, el Papa Francisco respondió: “En el Sí­nodo no hay lugar para la ideologí­a, es otra dinámica. (”¦) El Sí­nodo es diálogo, entre bautizados, entre miembros de la Iglesia, sobre la vida de la Iglesia, sobre el diálogo con el mundo, sobre los problemas que afectan hoy a la humanidad” .

Un periodista de Vida Nueva se refirió entonces al prólogo de El proceso sinodal: Una caja de Pandora (del que soy coautor), en el que el cardenal Raymond Burke advertí­a de que del Sí­nodo surgirí­an calamidades. El periodista español preguntó qué pensaba el Papa de esta postura y si podrí­a influir en la asamblea de Roma. Tras eludir primero la pregunta para contar la historia de algunas carmelitas que tení­an temores por el Sí­nodo, el Papa la abordó de forma genérica: “Si vas a la raí­z de estas ideas encontrarás ideologí­as. Siempre, cuando en la Iglesia se quiere desprender el camino de la comunión, lo que siempre se desprende es la ideologí­a. Y acusan a la Iglesia de esto o de lo otro, pero nunca la acusan de lo que es verdad: pecadora. Nunca dicen pecadora”¦ Defienden una doctrina entre comillas, que es una doctrina como el agua destilada, no tiene sabor a nada y no es la verdadera doctrina católica que está en el Credo”   [3].

Lo que parece desprenderse de este lenguaje profuso y confuso es que la verdadera cultura y la verdadera fe (es decir, la verdadera doctrina) son una emanación del alma del pueblo (y, en el caso de las doctrinas religiosas, del sensus fidei de los fieles). Además, la cultura y la fe verdaderas siguen siendo válidas mientras estén encarnadas en el alma de un pueblo. Por tanto, la cultura y la doctrina se distorsionan cuando se desconectan de la vida de las personas mediante la destilación intelectual. Ese refinamiento las convierte en el bagaje espiritual de una minorí­a que vive enclaustrada en torres de marfil y trata de imponer sus asépticas y rí­gidas convicciones al pueblo de forma imperialista. Sus postulados están desconectados de la vida real de los fieles.

¿Qué pensar de esta forma de entender el origen y el desarrollo de la cultura y la fe?

  • En primer lugar, ha sido el eje filosófico-teológico de todo el pontificado del Papa Francisco.
  • En segundo lugar, encaja con sus convicciones sociopolí­ticas, muy influidas por los tintes populistas de la llamada “Teologí­a del Pueblo” .
  • En tercer lugar, fue expresamente condenada por el Papa San Pí­o X en su encí­clica antimodernista Pascendi Dominici gregis.
  • En cuarto lugar, es erróneo suscribir una supuesta evolución de la doctrina y la moral católicas basada en una versión truncada del Commonitorium de San Vicente de Lerins.

Me extenderé en cada uno de estos puntos.

1.- El antiintelectualismo del Papa Francisco deriva de una visión inmanentista y teilhardiana del universo y de la historia, que atribuye los impulsos de las nuevas dinámicas de la acción humana a una acción considerada divina. En su primera entrevista con La Civiltí Cattolica, reproducida posteriormente por revistas jesuitas de todo el mundo, el Papa Francisco explicó al P. Antonio Spadaro: “La nuestra no es una fe-laboratorio, sino una fe-camino, una fe histórica. Dios se ha revelado como historia, no como un compendio de verdades abstractas” . Subrayó además que:

Dios se manifiesta en una revelación histórica, en el tiempo. (”¦) Dios se encuentra en el tiempo, en los procesos. (”¦) Dios se manifiesta en el tiempo y está presente en los procesos de la historia. Esto nos hace preferir las acciones que generan dinámicas nuevas  [4].

A causa de esta visión, el Papa señaló en Amoris laetitia la necesidad de “prestar atención a la realidad concreta, porque ”las exigencias y llamadas del Espí­ritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia”   [5] ¿Cómo? A través de las “tensiones bipolares propias de toda realidad social” , como explica en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, porque “las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida” , y “el autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite”   [6].

Partiendo de estas premisas inmanentistas y hegelianas, se puede entender por qué el Papa Francisco escribió en Evangelii gaudium que uno de los cuatro principios que guí­an su actuación es que “la realidad es superior a la idea”   [7]. Este postulado puede tener una interpretación tomista de la definición tradicional de verdad: “adaequatio intellectus ad rem” [conformidad del pensamiento con la cosa pensada]. Esto significa que la comprensión adecuada y las elaboraciones conceptuales deben basarse en la realidad y estar a su servicio. Sin embargo, el postulado asume una connotación diferente en el contexto sociológico-pastoral en el que lo inserta el Papa Francisco. Como explicó el P. Giovanni Scalese en 2016, “significa más bien que debemos aceptar la realidad tal como es, sin pretender cambiarla sobre la base de principios absolutos (por ejemplo, principios morales), que no son más que ”ideas” abstractas que la mayorí­a de las veces corren el riesgo de convertirse en ideologí­as” . “Este postulado ”señaló el P. Scalese” está en la base de la continua polémica del Papa Francisco contra la doctrina”   [8]. Y continuaba: “en la acción humana, es inevitable dejarse guiar por ciertos principios, que por su propia naturaleza son abstractos. Por tanto, no sirve de nada polemizar sobre lo abstracto de la ”doctrina”, oponiéndole una ”realidad” con la que simplemente hay que conformarse. La realidad, si no está iluminada, guiada, ordenada por ciertos principios, corre el riesgo de convertirse en caos”   [9].

Sin embargo, como explica el profesor Giovanni Turco, para el Papa Francisco la verdad es relativa en el sentido pleno de la palabra, no en el tomista, “como una relación vitalista y pragmática que deriva de una situación. Entendida de esta manera, la verdad no tiene un contenido propio, no puede ser ”absoluta”, es decir, ”siempre válida”, ¡pero con ello deja de ser verdad (y se convierte en opinión)!”   [10].

Pero, ¿qué es una ideologí­a sino un conjunto de meras opiniones? Así­, la condena del Papa Francisco a las ideologí­as, como un bumerán, se vuelve contra él debido a su comprensión relativista de la “verdad” situacional.

2.- En el ámbito sociopolí­tico latinoamericano, esta visión del mundo inmanentista y su correspondiente visión relativista de la verdad se funden en la Teologí­a del Pueblo, que no se basa en verdades provenientes de la Revelación sino en los valores concretos e históricos del pueblo. En una entrevista con el sociólogo francés Dominique Wolton, el Papa Francisco explicó esta interrelación:

En la década de 1980, habí­a una tendencia al análisis marxista de la realidad, después se la rebautizó como “teologí­a del pueblo” . No me gusta demasiado este nombre, pero es con él con el que la conocí­. Ir con el pueblo de Dios y hacer la teologí­a de la cultura.

Hay un pensador que usted deberí­a leer: Rodolfo Kusch, un alemán que viví­a en el noroeste de Argentina, un filósofo antropólogo muy bueno. Él fue quien me hizo comprender una cosa: la palabra ”pueblo” no es una palabra lógica. Es una palabra mí­tica. Usted no puede hablar de pueblo lógicamente, porque eso serí­a limitarse a hacer únicamente una descripción. Para comprender un pueblo, para comprender cuáles son los valores de ese pueblo, es preciso entrar en el espí­ritu, en el corazón, en el trabajo, en la historia y en el mito de su tradición. Este punto se encuentra verdaderamente en la base de la así­ llamada teologí­a ”del pueblo”. Es decir, ir con el pueblo, ver cómo se expresa  [11].

Comentando este fragmento, el vaticanista Sandro Magister reveló que “Kusch se inspiró en la filosofí­a de Heidegger para distinguir entre ”ser” y ”estar”, atribuyendo la primera categorí­a a la visión racionalista y dominadora del hombre occidental; y la segunda, a la visión de los pueblos indí­genas latinoamericanos, en paz con la naturaleza y animados, de hecho, por un ”mito”   [12].

3.- El problema más grave de los recientes comentarios del Papa Francisco sobre doctrina e ideologí­a es que parecen muy similares a la visión modernista de la naturaleza evolutiva de los dogmas, basada en la falsa creencia en la evolución de la conciencia humana.

Como es bien sabido, con algunas diferencias de matiz, los modernistas comparten la convicción de que la Iglesia, su doctrina y su culto son fruto de la conciencia humana. Identifican la Revelación con una experiencia religiosa llamada “inmanencia vital” , y proponen una “religión del corazón” basada en verdades que corresponden a nuevas condiciones de vida. Así­, para los modernistas, la Iglesia y la doctrina deben adaptarse a las necesidades de cada época porque la vida, incluida la vida cristiana, es un esfuerzo continuo de adaptación a las nuevas condiciones. Desde su punto de vista, la Fe no es “el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado”   [13] ya que esto serí­a una expresión de frí­o intelectualismo. En cambio, la fe serí­a un sentido interior, originado en una necesidad de lo divino latente en el subconsciente humano sin previa conciencia del intelecto. Además, la Revelación ya no serí­a la comunicación por parte de Dios a una criatura racional de algunas verdades sobre Sí­ mismo y las leyes eternas de Su voluntad, a través de medios que están más allá del curso ordinario de la naturaleza, verdades por cierto que nos son transmitidas por la Sagrada Escritura y la Tradición, porque todo esto serí­a una forma de intelectualismo.

Para los modernistas, la Revelación es una manifestación directa de Dios al alma a través de su sentido religioso. Los dogmas se convierten en meras fórmulas que proporcionan al creyente un medio de explicarse la fe. Como las condiciones de vida y la conciencia cambian, estas fórmulas, sujetas a las vicisitudes de la existencia de las personas, son susceptibles de cambiar también.

En su encí­clica Pascendi Dominici gregis, el Papa San Pí­o X denuncia el pensamiento modernista según el cual “las fórmulas religiosas, para que sean verdaderamente religiosas, y no meras especulaciones del entendimiento, han de ser vitales y han de vivir la vida misma del sentimiento religioso”   [14]. Así­, para los modernistas, es necesario que el “el creyente, ha de precaverse (”¦) ante todo, dicen, de adherirse más de lo conveniente a la fórmula, en cuanto fórmula, usando de ella únicamente para unirse a la verdad absoluta, que la fórmula descubre y encubre juntamente, empeñándose luego en expresarlas, pero sin conseguirlo jamás”   [15].

La consecuencia de lo anterior es que, para los modernistas, la Iglesia debe evolucionar por la “necesidad de adaptarse a las circunstancias históricas y a las formas públicamente ya existentes del régimen civil”   [16]. Esta evolución avanza mediante el conflicto y el compromiso entre dos fuerzas:

La fuerza conservadora reside vigorosa en la Iglesia y se contiene en la tradición. Está representada en la autoridad religiosa, y eso tanto por derecho, pues es propio de la autoridad defender la tradición, como de hecho, puesto que, al hallarse fuera de las contingencias de la vida, pocos o ningún estí­mulo siente que la induzcan al progreso. Al contrario, en las conciencias de los individuos se oculta y se agita una fuerza que impulsa al progreso, que responde a interiores necesidades y que se oculta y se agita sobre todo en las conciencias de los particulares, especialmente de aquellos que están, como dicen, en contacto más particular e í­ntimo con la vida. Observad aquí­, venerables hermanos, cómo yergue su cabeza aquella doctrina tan perniciosa que furtivamente introduce en la Iglesia a los laicos como elementos de progreso  [17].

Desde el punto de vista modernista, si la Iglesia se negara a seguir esta evolución de la vida y de la conciencia humana, seguirí­a siendo una estructura rí­gida, que predicarí­a una “ideologí­a” anticuada y tan insí­pida como el agua destilada. Previendo esta acusación, San Pí­o X denunció en su encí­clica los peligros de las teorí­as antiintelectualistas del Modernismo:

Suprimid el entendimiento, y el hombre se irá tras los sentidos exteriores con inclinación mayor aún que la que ya le arrastra. (”¦) todas las fantasí­as acerca del sentimiento religioso no destruirán el sentido común; y este sentido común nos enseña que cualquier perturbación o conmoción del ánimo no sólo no nos sirve de ayuda para investigar la verdad, sino más bien de obstáculo. Hablamos de la verdad en sí­; esa otra verdad subjetiva, fruto del sentimiento interno y de la acción, si es útil para formar juegos de palabras, de nada sirve al hombre, al cual interesa principalmente saber si fuera de él hay o no un Dios en cuyas manos debe un dí­a caer  [18].

4.- En la mencionada conversación con los jesuitas portugueses, el Papa Francisco opinó que la actitud “reaccionaria” de la Iglesia estadounidense se basa en su visión retrógrada. Al explicar su desaprobación, el Papa Francisco afirmó que

existe una justa evolución en la comprensión de las cuestiones de fe y de moral, siempre que se sigan los tres criterios que ya indicaba Vicente de Lerins en el siglo V: que la doctrina evolucione ut annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate. En otras palabras, la doctrina también progresa, se consolida con el tiempo, se expande y se hace más firme, pero siempre progresando. El cambio se desarrolla desde la raí­z hacia arriba, creciendo con estos tres criterios. (”¦)

Siempre en ese camino, que va desde la raí­z con esa savia que va subiendo, y por eso el cambio es necesario.

Vicente de Lerins hace la comparación entre el desarrollo biológico humano y la transmisión de una época a otra del depositum fidei, que crece y se consolida con el paso del tiempo. En este caso, nuestra comprensión de la persona humana cambia con el tiempo y nuestra conciencia también se ahonda. Las demás ciencias y su evolución también ayudan a la Iglesia en este crecimiento de la comprensión. La visión de la doctrina de la Iglesia como monolí­tica es errónea  [19].

Sobre estos trechos se harán tres observaciones.

En primer lugar, hay que observar cómo el Papa Francisco establece, de un modo modernista, el crecimiento de la conciencia humana, ayudado por la ciencia, como motivación fundamental para el progreso de la doctrina.

En segundo lugar, cuando afirma que tal crecimiento brota desde las raí­ces hacia lo alto, el Papa Francisco no se está refiriendo a las enseñanzas de Nuestro Señor y de los Apóstoles, sino más bien a la “influencia del Espí­ritu Santo” en el “pueblo santo y fiel de Dios” mencionado durante su conferencia de prensa en el avión de regreso de Mongolia.

En tercer lugar, el Papa Francisco ha truncado a sabiendas el Commonitorium de San Vicente de Lerins, como ha demostrado exhaustivamente Mons. Thomas G. Guarino:

Existe un crecimiento orgánico y arquitectónico a lo largo del tiempo, tanto en los seres humanos como en la doctrina cristiana. Pero este progreso, argumenta Vicente, debe ser de un cierto tipo y forma, protegiendo siempre los logros doctrinales anteriores de la fe cristiana. Un cambio no puede crear un significado diferente. Más bien, las formulaciones posteriores deben ser “según la misma doctrina, el mismo significado y el mismo juicio” que las anteriores. (”¦)

Si yo tuviera que aconsejar al Papa, le animarí­a a tener en cuenta todo el Commonitorium de San Vicente, no sólo la selección que cita repetidamente.

Nótese que San Vicente nunca habla positivamente de los cambios de dirección. Tal cambio, para Vicente, no es un avance en la comprensión de la verdad por parte de la Iglesia; no es un ejemplo de una enseñanza “ampliada por el tiempo” . Por el contrario, los cambios son el sello distintivo de los herejes. (”¦)

También invitarí­a al Papa Francisco a invocar las saludables salvaguardias que Vicente levanta para garantizar un desarrollo correcto. Mientras que el Papa Francisco se queda con la frase de Vicente dilatetur tempore (“ampliado por el tiempo” ), el Santo de Lerins también utiliza la sugerente frase res amplificetur in se (“la cosa crece en sí­ misma” ). San Vicente sostiene que hay dos tipos de cambio: un cambio legí­timo, un profectus, es un avance ”crecimiento homogéneo a lo largo del tiempo”, como un niño que se convierte en adulto. Un cambio impropio es una deformación perniciosa, llamada permutatio. Se trata de un cambio en la esencia misma de alguien o de algo, como que un rosal se convierta en meras espinas y cardos. (”¦)

Otra salvaguardia es la afirmación vicentina de que el crecimiento y el cambio deben ser in eodem sensu eademque sententia, es decir, según el mismo sentido y el mismo juicio. Para el monje de Lerins, cualquier crecimiento o desarrollo en el tiempo debe preservar el significado sustantivo de las enseñanzas anteriores. Por ejemplo, la Iglesia puede ciertamente crecer en su comprensión de la humanidad y la divinidad de Jesucristo, pero nunca puede retroceder en la definición de Nicea. El idem sensus o “mismo significado” debe mantenerse siempre en cualquier desarrollo futuro. El Papa Francisco rara vez, o nunca, cita esta importante frase vicentina; no obstante ello, cualquier requerimiento de cambio debe demostrar que no es simplemente una alteración, o incluso una revocación de la enseñanza anterior, sino de hecho in eodem sensu con lo que la precedió.

También aconsejarí­a al Papa que evite citar a San Vicente para apoyar cambios de dirección, como en el caso de su enseñanza de que la pena de muerte es “per se contraria al Evangelio” . La comprensión orgánica y lineal del desarrollo de San Vicente no incluye cambios en las posiciones anteriores  [20].

A pesar de ello, el cambio que el Papa Francisco introdujo en el Catecismo de la Iglesia Católica respecto a la pena capital fue precisamente el ejemplo que dio en su charla a los jesuitas portugueses para refrendar su afirmación de que “la visión de la doctrina de la Iglesia como monolí­tica es errónea” . En Lisboa, fue más lejos que en declaraciones anteriores, al afirmar que “la pena de muerte es pecado, no se puede practicar, y antes no era así  [21].

* * *

Para desmontar la falsa disyuntiva presentada por el Papa Francisco, es decir, la de tener que elegir entre una doctrina y una moral evolutivas o una ideologí­a rí­gida, es útil recordar la diferencia abismal que existe entre la misión pastoral tradicional de la Iglesia y la nueva del Papa argentino. Como explica Guido Vignelli, en su sentido tradicional,

la teologí­a pastoral es una ciencia práctica que estudia cómo adaptar la vida humana a las exigencias de la Verdad revelada, haciendo realidad sus principios dogmáticos, morales y litúrgicos. No indica la meta, sino sólo el camino para alcanzarla, anunciando y transmitiendo el Evangelio a los hombres de manera eficaz y adecuada a las oportunidades de tiempo y lugar.

Por tanto, la pastoral depende de la dogmática, la moral y la liturgia; (”¦) no puede cambiar los dogmas, las leyes y los cultos. (”¦)

Surge así­ una nueva pastoral entendida ya no como el arte de convertir al hombre a Dios (”¦), sino como la “pedagogí­a del diálogo y del encuentro igualitario” entre la Iglesia y el hombre en su situación socio-histórica concreta. (”¦)

Al final del proceso que describimos, se produce una inversión: en lugar de adaptar la vida a la verdad, ocurre lo contrario: la verdad se adapta a la vida; así­, la pastoral ya no es el camino sino la meta, ya no es el medio sino el fin. (”¦)

Asumiendo que la vida tiene la primací­a por encima de la verdad, el camino por encima de la meta y los medios por encima del fin, la teologí­a moderna acaba sancionando la primací­a de la pastoral por encima de la doctrina. (”¦)

En este sentido, la praxis se convierte en el criterio absoluto y la ley suprema no sólo de la vida, sino también de la doctrina y la enseñanza eclesiales, por lo que la función magisterial es sustituida por la pastoral.

Al final del proceso, “la ortopraxis se convierte en la única ortodoxia” , como denunció en su tiempo un futuro Papa (J. Ratzinger, Rapporto sulla fede, Edizioni Paoline, Milano, 1984, p. 197)  [22].

Fundado como está en una teologí­a pastoral novedosa y errónea, el ataque del Papa Francisco a los católicos estadounidenses por su fidelidad a la comprensión tradicional de la Fe y su ministerio pastoral es totalmente inmerecido.

Además, los fundamentos filosóficos y teológicos de esta acusación errónea revelan una comprensión inmanentista, relativista y populista de la cultura y la fe, similar a la de la “Teologí­a del Pueblo” , junto con una visión modernista del desarrollo evolutivo de los dogmas y la moral condenada hace tiempo en Pascendi Dominici gregis.

 

* José Antonio Ureta es coautor de El proceso sinodal: Una caja de Pandora ” 100 preguntas y 100 respuestas. En 2018, fue autor de El “cambio de paradigma” del Papa Francisco: ¿Continuidad o ruptura en la misión de la Iglesia? Balance quinquenal de su pontificado.






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[1Antonio Spadaro S.J., “Acá hay una buena movida de agua” , La Civiltí Cattolica, 28-8-2023, https://www.laciviltacattolica.es/2023/08/28/aca-hay-una-buena-movida-de-agua/.

[2“El Papa advierte sobre las ideologí­as en la Iglesia y el mundo” , Vatican News, 04-9-2023, https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-09/papa-francisco-conferencia-prensa-mongolia-viaje-apostolico.html.

[3Ídem.

[4Antonio Spadaro S.J., “A Big Heart Open to God: An Interview With Pope Francis” (“Un gran corazón abierto a Dios: Una entrevista con el Papa Francisco” ), América Magazine, 30-9-2013, https://www.americamagazine.org/faith/2013/09/30/big-heart-open-god-interview-pope-francis.

[7Ídem, nn. 231, 233.

[8Giovanni Scalese, “I postulati di papa Francesco” , Antiquo robore, 10-5-2016, n.º 6b, http://querculanus.blogspot.fr/2016/05/i-postulati-di-papa-francesco.html.

[9Ídem, n.º 8.

[10Giovanni Turco, “[Da leggere] alcune linee guida per la lettura filosofica del pontificato di Bergoglio” , Radio Spada, 25-6-2017, https://www.radiospada.org/2017/06/da-leggere-alcune-linee-guida-per-la-lettura-filosofica-del-pontificato-di-bergoglio/.

[11Papa Francisco y Dominique Wolton, A Future of Faith: The Path of Change in Politics and Society (Un futuro de fe: El camino del cambio en la polí­tica y la sociedad), trad. Shaun Whiteside, ed. e-book, St. Martin”s Press, Nueva York, 2018, págs. 26-27.

[12Sandro Magister, “El mito del ”pueblo”. Francisco revela quién se lo ha contado” , L”Espresso-Settimo Cielo, 18-9-2017, https://magister.blogautore.espresso.repubblica.it/2017/09/18/el-mito-del-pueblo-francisco-revela-quien-se-lo-ha-contado/.

[13Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 150, https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s1c3a1_sp.html.

[14San Pí­o X, encí­clica Pascendi Dominici gregis, 08-9-1907, n.º 11, https://www.vatican.va/content/pius-x/es/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_19070908_pascendi-dominici-gregis.html.

[15Ídem, n.º 18.

[16Ídem, n.º 25.

[17Ídem, n.º 26.

[18Ídem, n.º 39.

[19Spadaro, “Acá hay una buena”¦” , cit.

[20Thomas G. Guarino, “Pope Francis and St. Vincent of Lérins” (“El Papa Francisco y San Vicente de Lérins” ), First Things, 16-8-2022, https://www.firstthings.com/web-exclusives/2022/08/pope-francis-and-st-vincent-of-lrins.

[21Spadaro, “Acá hay una buena”¦” , cit. El último párrafo fue omitido en la transcripción al español.

[22Guido Vignelli, Una rivoluzione pastorale: Sei parole talismaniche nel dibattito sinodale sulla famiglia (Una revolución pastoral: Seis palabras talismánicas en el debate eclesial sobre la familia), Tradizione Famiglia Proprietí , año 22, n.º 70, 2016, págs. 19-21.





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