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¿Cómo atraer multitudes como ésta?

Plinio Corrêa de Oliveira

El presente artículo fue estampado originalmente en la conocida revista de cultura «Catolicismo», de Brasil, de agosto de 1967. Con el paso de los años, los concluyentes argumentos que en él se exponen, no han hecho sino confirmarse.

En materia de apostolado, la preocupación esencial del “aggiornamento” [puesta al día] parece consistir en atraer hacia la Iglesia a las multitudes.

El siglo XX, más que los anteriores, puede ser llamado el siglo de las multitudes. Por todas partes vemos multitudes que se reúnen. Y a todo propósito: mítines políticos, competencias deportivas, exhibiciones paganas de belleza femenina, en fin, mil otras ocasiones.

Al considerar esas multitudes, es natural que alguien haga la siguiente reflexión: qué bueno sería si igual cantidad de personas se reuniera a propósito de la Religión, para un acto público de culto, un gran sermón, o una solemne manifestación de fe.

Y de ahí fluye naturalmente la gran cuestión: ¿qué medio moderno encontrar, qué técnica nueva usar, para atraer en un sentido religioso tan enormes conglomerados humanos? ¿Cómo, por ejemplo, atraer a una manifestación católica el mar de gente que figura en la fotografía de esta página?

Formulada la pregunta, las respuestas comienzan a fluir. Es claro que, si es por medios modernos que los modernos atraen a las modernas multitudes, ante todo conviene postergar los viejos métodos de apostolado para echar mano de lo que haya de más actual: nada hay suficientemente moderno en tal materia.

En cuanto a usar medios modernos, con tal que ello se haga con espíritu sacral, con toda la dignidad y elevación, está muy bien y no hay nada que objetar. Pero en cuanto a relegar los medios antiguos, el hecho está muy lejos de ser tan simple.

En efecto, somos de la opinión que los medios más eficaces para atraer a las multitudes continúan siendo los antiguos: el culto, el púlpito, el confesionario, etc. Y especialmente la devoción a Nuestra Señora.

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Algún lector progresista se retorcerá de cólera. Y exclamará: ¡necesitamos nuevos métodos! Nada se alcanza en el mundo moderno si no se recurre a lo moderno. La Virgen María murió hace casi veinte siglos, y no interesa más. El pueblo de hoy sólo quiere gente de hoy.

* * *

Existe una obsesión por lo moderno que, como toda obsesión, impide la lúcida visión de la realidad.

Las multitudes modernas, asoladas por las preocupaciones, por la agitación de la lucha cotidiana, por la insipidez de una existencia vuelta sólo a lo económico, se van volviendo cada vez más apetentes de lo sobrenatural. Y muchos de los tradicionales métodos de la Iglesia, tan impregnados de nobleza, piedad y sentido de lo sobrenatural, se van revelando siempre más eficaces para atraer a las masas.

Alguien sonreirá con desdén. ¿Dónde y cuándo los métodos tradicionales podrían atraer tanta gente como la que está en la foto?

Pues bien... esta gente está reunida en Fátima, para asistir a la misa celebrada en honra de la Santísima Virgen por S.S. el Papa Paulo VI, en la elevada belleza del ritual católico.

Contra hechos no caben argumentos. María atrae hacia sí a las multitudes, y si se quiere atraer al pueblo, basta invitarlo a alabar a María. En torno del Vicario de Cristo, helo ahí rezando fervorosamente a la Virgen Madre, sin que para atraerlo fuese necesario hacer concesiones al bossa-nova, al ye-ye-ye, etc.

Las conmemoraciones por el nonagésimo aniversario de las apariciones de la Santísima Virgen a los tres pastorcitos, han despertado un renovado entusiasmo por el mensaje de Fátima en el mundo entero. A la derecha, la sagrada imagen que se venera en la «capelinha» erigida en el preciso lugar en que sucedieron las apariciones. Abajo, una multitud de fieles reunida el 13 de mayo último en el atrio del Santuario de Nuestra Señora de Fátima, Portugal. Ese mismo día, desde la explanada del Santuario de Aparecida, Brasil, durante el rezo del Regina Coeli, el Papa Benedicto XVI afirmó que Fátima «es, sin duda, la más profética de las apariciones modernas».










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