La auténtica bandera del Cusco

En buena hora se está debatiendo en el Cusco la propuesta de un cambio de bandera, reclamado por un creciente sector de población local. El tema es trascendente no sólo para la urbe y para su dignidad doblemente imperial, sino para todo el país, debido al alcance ideológico que subyace en ese debate.

Simbolismo equívoco y deshonroso de la bandera actual

En efecto, la bandera actual, en uso desde el 9 de junio de 1978, es cuestionada por incontables historiadores, desde Alberto Flores Galindo hasta la Academia Nacional de Historia. Y además, por infeliz coincidencia ese mismo año de 1978 se estrenó en San Francisco una bandera idéntica como emblema del movimiento mundial de agitación homosexual, inscrita en el registro oficial de banderas, el ICFM. Así, la enseña ahora cuestionada quedó impregnada un simbolismo equívoco y deshonroso, relacionado nada menos que con el vicio sodomítico.

De ahí las actitudes de burla, desprecio o injustificado entusiasmo —según el caso— que tal bandera suscita en los visitantes al Cusco. Porque es cierto que ella representa a la revolución homosexual, pero es incierto que represente al Cusco incaico, y menos aún al Cusco actual…

La ciudadanía cuzqueña exige el cambio de la bandera actual, inventada en 1978, e idéntica al emblema universal de los sodomitas creado ese mismo año

En busca de la autenticidad perdida

Entonces muchos se preguntan: ¿Cómo debería ser la bandera del Cuzco, una bandera realmente emblemática? —Sin duda deberá poseer cuatro cualidades: ser intrínsecamente cusqueña; auténticamente tradicional; ampliamente consensual; condignamente épica.

Siendo así, ¿qué opciones concretas habría? —Las principales serían:

1. Insignias incas - Aunque banderas no usaban, el Súntur Paúcar y los Unancha eran bellos emblemas irisados, pero eran absolutamente exclusivos del Sapa Inca mismo, y no de la ciudad del Cusco. Y ya se vio la connotación ultrajante que tiene la actual bandera de los siete colores. Por otro lado, Pachacútec, el segundo Markayoq, dio al Cusco forma de puma. Pero el plano de la ciudad antigua no sería expresivo como bandera, y traería recuerdos discriminatorios, pues en la época inca, a los plebeyos se les prohibía ingresar a la que ahora es Plaza de Armas.

2. Una bandera con el sol felino postizo, como la que usa actualmente la municipalidad, inspirada en la llamada “placa de Echenique” que se halla en el Museum of the American Indian de Nueva York. Este emblema tendría varias desventajas: no es cusqueño; es muy dudoso que sea inca o quechua; a la población le dan resquemor sus colmillos, haciendo recordar a los sacrificios en los que se hisopaba sangre humana sobre imágenes como ésta, tanto en ritos preincas como en los Qapaq Hucha de junio (“Capacocha” en Huamán Poma). El eminente arqueólogo y antropólogo Samuel K. Lothrop, amigo y biógrafo de Julio C. Tello, en un acucioso estudio de 1937 concluye que dicha placa es chavinoide-tiahuanacoide. Historiadores más recientes, como José Fellman Velarde, la consideran típicamente aymara y tiahuanaco.

3. Estandarte del Cusco - Fue bandera de la ciudad de 1533 a 1825, es decir, durante tres siglos. Lo bordó la reina madre de Carlos V, y sus arabescos son del siglo quince. El gran pintor cusqueño González Gamarra plasmó un óleo en que figura un estandarte similar como presidiendo la fundación de Lima1. Por un lado lleva el blasón de Carlos V en cuanto monarca del Sacro Imperio cristiano y además rey de Castilla, es decir, no es la idea nacional española sino el ideal universal de la Cristiandad: era el quinto Carlos en cuanto sucesor de Carlomagno, indicado por el águila bicéfala imperial. Al reverso figura el Patrón Santiago. Esta bandera fue sonsacada por Sucre para Bolívar, quien la donó después al municipio de Caracas, donde se encuentra. En el oficio de entrega, en 1826, el ministro Soublette afirma que “la tierra de los incas al cabo de tres centurias ha sido conquistada por el insigne americano que Caracas produjo para felicidad de los hombres”. Pero tal vez muchos no estarían de acuerdo con su restauración, pues sentirían que es la “bandera de los españoles”, a pesar de su carácter universal y a pesar también de haber sido respetada por unas doce generaciones de cusqueños, entre ellos José Gabriel Túpac Amaru y Mateo Pumacahua. Este estandarte cusqueño tiene a su favor que sería el de más prolongado uso y el de mayor categoría en la Historia Universal. Así como en 1848 Castilla pidió a San Martín el Estandarte de Lima, sería interesante que el Cusco reclamara su estandarte, el más antiguo y augusto de América.

4. Bandera municipal usual - Lima, Arequipa, Trujillo y muchas otras ciudades latinoamericanas usan banderas con el blasón otorgado por Carlos V. También el escudo del Cusco, otorgado el 19 de julio de 1540, lleva un “castillo dorado en campo colorado”, que representa al “castillo de ella” —o sea Sacsayhuamán—, orlado de ocho cóndores. Se estima que los mismos vecinos y familias Inca lo propusieron. Este es el legítimo escudo usado durante más de 450 años, sus motivos son andinos, y su figura central es la fortaleza que es no sólo la cabeza de puma de la ciudad, sino también su monumento inca más colosal, por ejemplo más ciclópeo que Machu Picchu.

En tamaño ampliado se podría usar dicho escudo sobre bandera de color amarillo oro, de triple simbolismo: imperial, áureo y solar. Se le podría añadir encima —como se ha sugerido en un boletín del INC-Cusco de los años 80— una corona imperial. O también un águila bicéfala imperial atrás, como la que figura en el cinco veces centenario Estandarte del Cusco. Pero tal vez algunos, por excesivo arqueologismo y anti-occidentalismo, no estarían conformes con restaurar este legítimo escudo tradicional y usarlo en la bandera. ¡Como si Sacsayhuamán y los cóndores fueran motivos extraños! En verdad, Sacsayhuamán es infinitamente más representativo del Cusco que el feroz (y nada cusqueño) sol felino actual, tal vez interesante como pieza arqueológica tiahuanacoide, pero absolutamente foráneo como símbolo de la ciudad.

5. Bandera nueva - Una posibilidad de síntesis es un gran sol amarillo oro sobre una bandera purpúrea, color imperial en los Andes y en Europa. Pero que no sea aquel sol arqueológico con dentadura carnívora, sino un sol heráldico de estilo mestizo, como el del antiguo curso de I.P.M. Al cual se le podría también añadir atrás un águila bicéfala, marcando así la legítima herencia de dos imperios: el andino y el cristiano.

Que prevalezca lo mejor del alma cusqueña

La incierta “placa de Echenique” fue impuesta al Cusco en 1986, aún en tiempos de la Unión Soviética. Si hasta la misma Rusia ha restaurado su escudo tradicional —con el águila bicéfala y San Jorge—, ¿será que el Cusco deberá congelarse en un arqueologismo artificial y artificioso, y de fuerte hálito anticristiano? ¿Se avergüenzan acaso París, Londres, México, Caracas, de sus elegantes escudos cristianos? Nunca los reemplazarían con distintivos celtas, anglos, aztecas o caribes, y menos aún si fueran dudosos y postizos.

El Cusco es demasiado bello y vivaz para que un símbolo arcaico —sobre todo si es de autenticidad discutible— lo represente enteramente. La arqueología es sólo uno de los muchos aspectos de su incomparable grandeza. La urbe entera es el anda de oro y la noble escolta del Señor de los Temblores, y el ñucñu simboliza las almas de todos los cusqueños. Que en la elección de su nuevo emblema prime el amor al Cusco doblemente imperial y sacral, ostensorio de tradición, de Fe y de grandeza.





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