DOLOR, ALEGRÍA Y HONOR EN UN SIGNIFICATIVO ANIVERSARIO

A 25 años de la condena a la Teología de la liberación

Julio Loredo de Izcue

Cardenal Joseph Ratzinger, arzobispo de Munich, después Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y hoy Papa Benedicto XVI, autor de la condena a la teología de la liberación.

Al recibir en Roma a un grupo de Obispos del Brasil en visita ad limina apostolorum, en diciembre pasado, el Santo Padre Benedicto XVI destacó el hecho de que poco antes, en agosto, se habían cumplido veinticinco años de la famosa instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatis Nuntius, que condenó los desvíos de la teología de la liberación.

Aquel importante documento, recordó el Pontífice, "subrayaba el peligro que implicaba la aceptación acrítica, por parte de algunos teólogos, de tesis y metodologías provenientes del marxismo", las cuales acarrearon "consecuencias más o menos visibles, hechas de rebelión, división, disenso, ofensa, anarquía".

Tales efectos "todavía se dejan sentir, creando en vuestras comunidades diocesanas un gran sufrimiento y una grave pérdida de fuerzas vivas".

El Papa exhortó "a todos los que, de algún modo, se han sentido atraídos, involucrados y tocados en su interior por ciertos principios engañosos de la teología de la liberación que vuelvan a confrontarse con la mencionada instrucción, recibiendo la luz benigna que ella ofrece a manos llenas" [1].

Estas palabras de Benedicto XVI no podían ser más claras, ni más oportunas.

Una teología anticristiana

El padre G. Gutiérrez, figura emblemática de la TL, hundida en el descrédito tras la condena de la Santa Sede.

Surgida en América Latina en los años 1960-1970, la teología de la liberación (TL) es una radicalización de la Nouvelle Théologie, condenada en diversas ocasiones por el Papa Pío XII, sobre todo en la Encíclica Humani Generis (1950). Los "teólogos nuevos" de entonces —encabezados por los franceses Dominique-Marie Chenu, Yves Congar, Henri de Lubac, y por el alemán Karl Rahner— pretendían que la Revelación no es una y definitiva, sino que es variable según el contexto histórico. Terminaron así por caer frecuentemente en un inmanentismo historicista (Dios se revelaría en el flujo de la Historia).

Sus continuadores liberacionistas, sin incomodarse por las condenaciones de Pío XII, fueron más lejos sosteniendo que Dios no se da a conocer en las Sagradas Escrituras y en la Tradición, ni mucho menos en el Magisterio de la Iglesia, sino en un aspecto concreto de la Historia, los procesos revolucionarios. O sea, Él se revelaría en las "luchas populares", en la insurgencia de las guerrillas, en los procesos de "liberación" anticapitalistas, en fin, en todos los esfuerzos desplegados para imponer el socialismo y el comunismo en América Latina.

Por otro lado, esta peculiar teología no se presentaba como una escuela de pensamiento, sino como una "praxis", y desde luego revolucionaria: "Lo que entendemos por teología de la liberación es involucrarse en el proceso revolucionario", sentenciaba el cabecilla peruano de esa corriente, P. Gustavo Gutiérrez [2]. Y agregaba: "Debemos tomar nuestro compromiso en el proceso de cambio, de revolución, de emancipación del hombre, a la luz de la fe" [3]. No podía ser más claro…

Facsímil de la portada de Tradición y Acción de diciembre 1973, con el primer análisis de conjunto de la teología de la liberación.

Convergencia de la TL con las revoluciones marxistas de América Latina

Movidos por este designio, los liberacionistas ingresaron a la militancia política de izquierda, y no pocos de ellos incluso adhirieron a la subversión armada. En 1968, por ejemplo, salió a luz en Brasil el llamado "Documento Comblin", preparado por un sacerdote belga, profesor del seminario de Recife, la diócesis del tristemente célebre "Arzobispo Rojo" Mons. Hélder Cámara. El texto trazaba las etapas de una insurrección popular hasta la instauración de una dictadura socialista (con "tribunales revolucionarios" incluidos), y no desdeñaba la colaboración con la guerrilla marxista: "Hay que ensuciarse las manos con alianzas sucias", proclamaba el P. Comblin [4].

En varios países este deslizamiento hacia la izquierda terminó por arrastrar también a la cúpula eclesiástica. Los obispos moderados, que eran la gran mayoría, se automarginaron, dejando la conducción de la Iglesia latinoamericana en manos de figuras como Mons. Hélder Cámara en Brasil, Mons. Raúl Silva Henríquez en Chile, Mons. Leonidas Proaño en Ecuador, Mons. Samuel Ruiz en México. Hubo también en Perú prelados de esta corriente, de infausta memoria, a quienes la Historia juzgará severamente. Usando a los pobres como mero pretexto, todos ellos fueron abanderados de una "opción preferencial" por la revolución. Por ejemplo, asombró al mundo la rebelión de nada menos que diecisiete obispos del Brasil, en 1985, contra las medidas disciplinarias aplicadas por la Santa Sede al teólogo de la liberación Lonardo Boff.

La convergencia de la TL con los procesos revolucionarios de América Latina —tanto por la vía institucional como insurreccional— permitió que el socialismo y el comunismo, que no hubieran pasado de ser un fenómeno marginal en el continente, extendiesen su influencia sobre amplios sectores católicos, con la connivencia de no pocos prelados.

El honor de la primera denuncia

Es un hecho histórico que la primera denuncia de conjunto contra la TL fue realizada por Tradición y Acción por un Perú Mayor —de la cual quien escribe se honra en ser miembro fundador— en diciembre de 1973, once años antes de la Instrucción Libertatis Nuntius. Esta denuncia pionera fue emblemática, por el hecho de que Perú era, junto con Brasil, el foco principal de la corriente liberacionista.

El estudio-manifiesto "¿Teología de la liberación? ¿O marxismo para cristianos?", ampliamente divulgado en campañas públicas por jóvenes de Tradición y Acción, situaba el surgimiento de la TL en el contexto político de entonces, marcado por la coincidencia de varias formas de revolución en América Latina, con las cuales entraba en simbiosis. Señalaba cuánto la TL se había disociado de la doctrina católica, hasta caracterizar una abierta ruptura que frecuentemente desembocó en la herejía.

Haciendo un riguroso análisis de la TL, sobre todo del libro del P. Gutiérrez Teología de la Liberación – Perspectivas (Lima, 1971), el estudio ponía al descubierto el uso indiscriminado del análisis marxista —justamente uno de los puntos centrales de la Instrucción emanada once años después de la Santa Sede— y concluía que la TL era un intento de trasbordar a los católicos hacia la izquierda radical. Más que "Teología de la Liberación", el libro del P. Gutiérrez debería llamarse "Marxismo para cristianos"…


Arriba, Mons. Hélder Cámara, el tristemente célebre "Arzobispo Rojo".
Abajo, el dictador J. Velasco Alvarado (en la foto, confraternizando en Lima con el presidente marxista chileno Salvador Allende), instrumento de la TL, amenazó con represalias a los jóvenes de Tradición y Acción.

La TL y el velasquismo contraatacan

La campaña de difusión de este documento no fue exenta de riesgos. El Perú atravesaba entonces el período más oscuro de la dictadura filocomunista de Velasco Alvarado, inspirada y sostenida por la TL, y cualquier disidencia era severamente castigada.
Al verse denunciado, el clan liberacionista se recogió a un elocuente silencio; pero el contraataque vino de su longa manus, la dictadura velasquista, y no se hizo esperar: un mes después de iniciada nuestra campaña, el órgano oficioso del régimen, "La Nueva Crónica" (5-1-1974), publicó dos páginas completas con ataques a Tradición y Acción y las TFPs. A esto le siguió en abril una entrevista televisada del propio presidente, arremetiendo contra "esos señoritos de cuello y corbata y apellido largo que, usando adminículos, distribuyen su revista en las iglesias de los barrios pitucos".

En julio, en medio a los desórdenes que siguieron la expropiación de los diarios, el déspota volvió a la carga. Aludiendo a una "contrarrevolución" dirigida "desde San Pablo", disparó una amenaza directa: "el gobierno no tolerará ninguna contrarrevolución" y "hará caer sobre tales personajes el peso de la justicia revolucionaria".

Esa abierta y creciente hostilidad hacia nuestra joven agrupación se debía, evidentemente, a que la TL era la niña de los ojos del régimen, cuyos dirigentes máximos la consideraban un factor clave en la estrategia para comunistizar al Perú. Pocas semanas después de la última amenaza, todos los componentes de Tradición y Acción habíamos tomado el camino del exilio. El mayor de nosotros no contaba 22 años…

Pero la denuncia estaba hecha, y fue decisiva para alertar a incontables católicos peruanos —incluso a numerosos eclesiásticos—, sobre el carácter marxista de la TL, que quedó así desenmascarada, y con ello nunca logró conquistar la adhesión de la masa de los fieles.

Del dolor a la alegría

Para el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, como para todos los que nos inspirábamos en su pensamiento y actuación, el deslizamiento de una parte considerable del clero latinoamericano hacia la izquierda era sumamente doloroso, en la medida que revelaba el grado de "autodemolición" a que estaba llegando la Esposa de Cristo. Dolor aumentado por el hecho de que quienes reaccionaran contra ese desvío se exponían muchas veces a penas canónicas de parte de ciertos obispos. Dolor, por fin, de ver que hasta 1984, de la Cátedra de Pedro no llegaba una palabra definitiva.

Pero al lado de ese dolor, emerge también ahora una clara y serena alegría. Es la alegría de haber sido los primeros en denunciar a ese leviatán liberacionista-marxista que parecía incontenible. Alegría de haber permanecido, aún en medio de la tormenta, siempre fieles al Magisterio Supremo de la Iglesia. Alegría de haber estado desde nuestra juventud en la primera línea de la lucha contra este proceso tan ruinoso para la Iglesia y la cristiandad, contribuyendo así a desenmascarar la "quinta columna" marxista en la Iglesia. La alegría, en suma, de haber cumplido constante e integralmente nuestro deber de fieles católicos hasta hoy, cuando la bandera de la Tradición, la Familia y la Propiedad es cada vez más reconocida como el fundamento perenne de todo orden social verdadero, mientras la TL y el marxismo se hunden en un descrédito irremediable e irreversible.







[1www.zenit.org/article-33571?l=spanish (destaques en negrito, de nuestra redacción).

[2Gustavo Gutiérrez Merino, Praxis de Libertação e Fé Cristã, in Teologia da Libertação, Editora Vozes, Petrópolis (Brasil), 1975, p. 268.

[3Cfr. Gustavo Gutiérrez Merino, conferencia en el II encuentro de Sacerdotes y Laicos, Chimbote, Perú, 21 a 25-7-1968, apud www.ensayistas.org/critica/liberacion/TL/documentos/gutierrez.htm.

[4Cfr. Plinio Corrêa de Oliveira, E quando há provas?, "Folha de S. Paulo", 3-5-1970.





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Mensajes

  • En 1965 Su Santidad Paulo VI declaro que ante el comunismo la Iglesia jerarquica estaba en una situacion semejante a la de las catacumbas frente al marxismo.
    Prudencia para procurar el mayor bien de la Iglesia perseguida por el comunismo .
    Sin embargo la mayoria del episcopado nunca se opuso y discretamente alabo a la accion profetica de tradicion ,Familia y Propiedad y otras entidades que sin renegar de la Prudencia destacaban las otras virtudes caridinales de templanza, fortaleza y justicia.

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