LECCIONES DE UNA EXITOSA PROTESTA CATÓLICA

Religión, libertad de expresión y "guerra cultural"

La protesta de fieles católicos promovida por Tradición y Acción contra una exposición de “arte” blasfema realizada en San Isidro tuvo honda repercusión. La galerí­a donde se exhibí­a la infame muestra, que osó presentar esculturas del Señor de los Milagros, San Martí­n de Porres y Santa Rosa de Lima en ropas í­ntimas, fue clausurada por disposición municipal el dí­a 6 de noviembre. El dí­a anterior se habí­a entregado a las autoridades ediles de una Carta Abierta bajo el tí­tulo Ultraje Blasfemo no es “arte” ni “cultura” , suscrita por cientos de vecinos y fieles católicos en general, que reclamaban medidas contra esa ofensa gratuita e irracional a la fe de los peruanos.

El alivio y la satisfacción con el fin de dicha muestra fueron unánimes. La única excepción fue la reacción furibunda de una minorí­a de elementos influenciados por la revolución cultural.

Desde las secciones de arte y cultura de ciertos medios, atribuyeron la clausura de la galerí­a a la reacción católica, haciendo coro a la dirección del local, que responsabilizó por tal medida a “un grupo integrista y conservador ... emparentado con el grupo «Tradición y Familia» (sic ” omite “Propiedad” )” 1.

Cuando la agresión se disfraza de “libertad de expresión”

Cuesta creer que alguien pueda respaldar la ofensa gratuita y blasfema a la religión. Pero tal actitud tiene una explicación: son personas que profesan una ideologí­a de fondo libertario-totalitario, cuyo supremo mandamiento es el principio de la “libertad de expresión” , endiosado como absoluto y sin barreras. Presumen que tal libertad los coloca en una especie de Olimpo por encima de todas las reglas de convivencia civilizada, desde donde pueden atentar a su antojo contra todo lo que sea sagrado, respetable, superior, racional, digno, bello, serio, ordenado... Esta pretensión les viene de que no admiten que existan el bien y el mal objetivos, la verdad ni el error, la belleza ni la fealdad, la moral ni la inmoralidad: el único bien es la libertad absoluta; el único mal, la “censura” ; y el único lí­mite a la creatividad humana es hasta donde consiga llegar la propia fantasí­a desvariada de cada autor...

Estas ideas nutren una tendencia anárquica que el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira denominaba “apetito de extravagancia total”  [1]. Y convierten a los libre-expresionistas en genuinos herederos de la revuelta de mayo de 1968, cuyos slogans “prohibido prohibir” , “ni Dios ni amo” , y “la imaginación al poder” constituyen los dogmas básicos de la revolución cultural, y un verdadero anti-Decálogo.

De la guerra cultural a la confrontación religiosa

Por ejemplo la revista “Somos” , notoria abanderada de esa ideologí­a, responde a un lector que con justa razón protesta por la exposición blasfema: “La libertad de culto... acaba donde empieza la libertad de expresión de un artista”  [2].

Note el lector la radicalidad totalitaria del enunciado: la “libre expresión” no sólo prevalecerí­a sobre el derecho de la religión a ser respetada, ¡sino que “acaba” con él! Es una inversión de valores asombrosa, que endiosa el libertinaje, legitima el pisoteo de lo más sagrado, y da ví­a libre a toda especie de abusos y profanaciones.

Esta postura de “Somos” nos permite medir a qué profundidades va llegando la llamada guerra cultural que se intensifica en todo Occidente, por ejemplo en paí­ses como Estados Unidos y España. Es un conflicto que se traba sobre todo en el terreno de las costumbres, estilos de vida y modos de ser, enfentando a los partidarios del orden, de la moral y la familia de un lado, a los adeptos del libertinaje, la amoralidad y el caos del otro. Y que toma cada vez más claramente la forma de una confrontación de fondo religioso, de consecuencias imprevisibles.

* * *

Con ese telón de fondo, la clausura de la abominable exposición nos deja una gran lección: los católicos no podemos permanecer inertes ante el avance de la revolución de blasfemias que barre el mundo y ahora llega al Perú. Al contrario, si sabemos defender nuestra fe con inteligencia y tacto, y siempre de acuerdo a las leyes de Dios y de los hombres, se hace realidad el lema de San Juan de Capistrano: “El hombre lucha, Dios da la victoria” . O sea, la protesta sí­ da resultado, y esta iniciativa lo demostró sobradamente.







[1“Folha de S. Paulo” , 9-4-1972.

[2“El Comercio” , 15-11-08, revista “Somos” , p. 26.





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