IMPEDIR EL CULTO NO ES LA MANERA DE COMBATIR UNA PANDEMIA (III)

Calamidades, castigos divinos y Fátima

El Papa Gregorio (s. VI) y sus cardenales rezan por las víctimas de la peste y piden a Dios clemencia.

Para culminar nuestra serie sobre el tema del encabezado, no nos extenderemos esta vez relatando intervenciones históricas de la Divina Providencia que detuvieron las epidemias; citaremos solo un par, continuando con la numeración precedente. Esto nos permitirá extendernos en aspectos complementarios y responder objeciones.

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Antes de proceder a hacerlo, saludamos con alegría que, por fin, la Conferencia Episcopal Peruana se haya dirigido oficialmente al Presidente de la República en defensa del derecho al culto, el 15 de marzo p. pdo., en tono respetuoso pero firme, con esta pregunta: “¿cómo es que se restringen derechos fundamentales amparados por nuestra Constitución cuando en realidad se permiten otros que no lo son? Dicha disyuntiva es la que demandamos que sea esclarecida”. Máxime cuando en las iglesias, durante los breves períodos de apertura, se han seguido protocolos de seguridad.

Sin embargo, inmediatamente, el gobierno decretó inamovilidad durante los días principales de la Semana Santa, como si quisiera dar a entender que no le interesa la Iglesia ni el auxilio del Creador.

11. La Medalla Milagrosa.

Con toda certeza, la Medalla Milagrosa es el sacramental más conocido por su efectiva protección contra las pestes. Fue encargada por la misma Virgen María a santa Catalina Labouré, el 27 de noviembre de 1830, durante una aparición privada. La Santísima Virgen le mostró el modelo de la medalla, prometiéndole que aquellos que la usen recibirán grandes gracias, y estas serán abundantes para quienes tengan confianza en Su ayuda.

Dos años después, una terrible epidemia de cólera hizo estragos en París, matando, según cifras oficiales, 18.400 personas, aunque se dice que el verdadero número no fue revelado para no aumentar el pánico en la población. Apenas estuvieron listas las primeras 1.500 medallas, fueron distribuidas por las Hijas de la Caridad especialmente entre los apestados... ¡quienes se recuperaron de manera milagrosa! La noticia se difundió ampliamente junto con la medalla, acarreando nuevos milagros, de modo que el mismo pueblo le dio el nombre de “milagrosa” que conserva hasta hoy [1].

12. La "Divina Pastora" de Barquisimeto y el sacrificio del P. Macario

En 1855 Venezuela también sufrió el azote del cólera. El padre José Macario Yépez, en Barquisimeto, decidió enfrentar la tragedia con las armas de la oración y el sacrificio. Organizó una rogativa el 14 de enero de 1856 en Tierritas Blancas, con procesiones de la Madre del Divino Pastor y Jesús Nazareno, traídos desde dos diferentes templos para reunirse ante una Cruz Salvadora recién colocada. Luego el celoso sacerdote recibió a la imagen de la Virgen en la iglesia de la Concepción, suplicando la ayuda celestial y exhortando a los fieles a acudir confiadamente a la Reina del Cielo. En mitad del sermón, el sacerdote cayó de rodillas ante la imagen y con los brazos en cruz, exclamó: “Virgen Santísima, Divina Pastora, en aras de la Justicia Divina, por el bien y salvación de este pueblo te ofrezco mi vida. Madre mía, Divina Pastora, por los dolores que experimentó tu divino corazón, cuando recibiste en tus brazos a tu Santísimo Hijo en la bajada de la Cruz, te suplico, Madre Mía, que salves a este pueblo, ¡Que sea yo la última víctima del cólera!”.

Desde ese día disminuyeron los contagios y las muertes. Cinco meses después, Dios llamaba ante su presencia al valiente sacerdote, quien fue, efectivamente, la última víctima del cólera, en expiación por los pecados de su pueblo. En memoria y agradecimiento, todos los 14 de enero los barquisimetanos llevan en procesión a su Virgen "Divina Pastora" [2].

¿Será esta nueva gripe parte de un castigo de Dios?

Conforme expone el historiador Roberto de Mattei, tria sunt flagella quibus dominus castigat, tres son los azotes con los que Dios castiga a los pueblos: guerra, pestes y hambre, advirtió San Bernardino de Siena (1380-1444). San Bernardino de Siena pertenece a ese número de santos, como Catalina de Siena, Brígida de Suecia, Vicente Ferrer, Luis María Grignion de Monfort, que explicaron cómo, a lo largo de la Historia, los desastres naturales siempre acompañaron a las infidelidades y las apostasías de las naciones” [3]. Y no fueron los únicos santos en decirlo.

¿Será esta nueva gripe parte de un castigo a la humanidad pecadora? No sería de extrañar, viendo la situación del mundo actual, del cual podemos decir que —en general— vive como si la Ley de Dios no tuviera ningún valor. Recordemos que en Fátima, hace ya un siglo, la Madre de Dios vino a anunciar el designio divino de castigar al mundo por sus pecados y, como madre misericordiosa, mostró la solución: la enmienda de los pecados. Además, indicó dos medios al alcance de todos para conseguirla: la oración y la penitencia.

Si hay pastores y ovejas que actúan bien, ¿por qué no cesa la pandemia?

Alguien nos podrá decir que hay muchos sacerdotes y algunos obispos que están haciendo lo posible por el bien de las almas, actuando a veces hasta clandestinamente. Y ha habido actos importantes, como procesiones motorizadas o aéreas en varias ciudades. Incluso la Conferencia Episcopal Latinoamericana ha entregado nuestros países a la protección a la Virgen de Guadalupe, lo cual indudablemente está teniendo grandes consecuencias sobrenaturales y materiales [4].

También hay buenos católicos que están rezando diariamente por el fin de la pandemia y ofreciendo sus sacrificios. ¿Por qué, entonces, ésta no cesa?

Tal vez la respuesta esté en los mismos anuncios de Fátima. Quizá sea necesaria la respuesta de más personas al llamado de María. Y, sobretodo, que la humanidad reconozca cuán graves son las culpas del mundo y cuán necesaria es la enmienda, de tal manera que la orientación general del mundo cambie.

“Las oraciones apaciguan a Dios y nos liberan de los castigos merecidos, si es que queremos enmendarnos” (S. Alfonso)


Bajo este título, San Alfonso María de Ligorio, doctor de la Iglesia, escribió estas reflexiones que calzan perfectamente con el Mensaje de Fátima:

¿Cómo Dios puede atender al pecador que solicita ser librado de la calamidad, si él mismo no quiere arrancar de su alma el pecado que es la causa de la calamidad? … El pecado es lo que obliga a Dios a enviar las calamidades … Hermanos míos, no nos fiemos únicamente de las oraciones y de todas las otras devociones, si no nos decidimos a dejar el pecado. Ustedes ... piden misericordia, pero eso no basta. … ‘¿Quién os ha enseñado que así podréis huir de la ira de Dios que os amenaza? Haced frutos dignos de penitencia, y no andéis diciendo: Tenemos a Abraham por padre’ (Lc. 3, 7-8) . … las oraciones de los santos son de gran ayuda para obtener la divina misericordia; ¿pero cuándo? Cuando nosotros también ayudamos y nos esforzamos en arrancar los vicios, en abandonar las ocasiones de pecado y en reconciliarnos con Dios. … Es necesario eliminar al enemigo que está dentro de nuestras almas, es decir, el pecado. De lo contrario, ni Dios puede salvarnos del castigo, porque Dios es justo, y no puede dejar al pecado impune. … ¿Qué pretendes, querido pecador? ¿Qué Dios te lleve al Paraíso con todos tus pecados? ¿Tú clamas sobre ti mismo los castigos y quieres que Dios te libre de ellos? ... Si tenemos pues una intención seria de verdaderamente convertirnos a Dios, entonces recémosle y regocijémonos, aunque hayamos cometido todos los pecados del mundo. ... Alguien que reza, pero reza con deseo de corregirse, obtiene la misericordia de Dios” [5].

Conclusión

Así, podemos concluir, con la misma sencillez que lo hace el sacerdote mexicano Hugo Valdemar: “El año que empieza no es nada halagüeño, nadie de nosotros tiene garantizada la vida. ¿No sería mejor hacer caso al apremiante llamado que hizo la Virgen en Fátima, convertirnos, hacer penitencia y poner con toda fe y confianza nuestra vida en las manos de Dios?” [6]. Esto vale para los fieles, los pastores y los gobernantes.

Objeción: No es un castigo divino, sino un plan para cambiar el mundo radicalmente

La manera como se ha desarrollado la epidemia, las medidas semidictatoriales que se aplican para combatirla y los beneficios para la potencia china, son algunos de los factores que llevan a pensar en un gran complot, ya sea en el origen del virus, o aprovechando la aparición natural de éste. Las consecuencias psicosociales parecen mostrar una gran operación de ingeniería social [7].

Sin embargo, esta hipótesis no altera la posibilidad de que estemos ante un castigo divino que puede ser detenido con una adecuada respuesta humana. Veamos un ejemplo del siglo XX: En el Mensaje de Fátima, la Santísima Virgen deja muy claro que ambas guerras mundiales y la expansión de “los errores de Rusia” (el comunismo) son castigos divinos, pese a que son obviamente hechos humanos. Dios no creó esos malos movimientos, pues Dios no crea el pecado. A nuestro entender, el castigo consistió en que, pudiendo Dios intervenir para ponerles freno, no lo hizo. Ante los males ocasionados por el hombre, así como ante una pandemia, es muy importante oponer estrategias y acciones efectivas, pero también es indispensable unir la respuesta espiritual, procurando una solución sobrenatural de parte de Dios.

Objeción: Si es un castigo por los pecados, ¿por qué hay gente buena que se contagia, fallece o pierde a sus seres queridos?

Dios suele dejar, en general, que las causas y efectos se desencadenen de acuerdo a las leyes naturales que Él mismo determinó. Como dice el refrán popular, “cuando llueve, todos se mojan”. Análogamente, los contagios se dan de un modo natural.

La Providencia puede intervenir milagrosamente para detener esos procesos naturales. Sin embargo, San Antonio María Claret nos explica que muchas veces Dios quiere aprovechar los méritos de las almas buenas para purificarlas a ellas mismas, y también para beneficio de los demás. Es lo que afirma en su opúsculo Origen de las calamidades públicas, como son: cólera, peste, guerra, hambre, etc., y el modo de conjurarlas y disiparles. En él, el gran hijo del Inmaculado Corazón de María habla del “poder que tienen los justos para calmar la divina justicia y alcanzar misericordia, piedad y clemencia”, “uniendo sus penas y trabajos a los de Jesucristo", e incluso haciendo el sacrificio de sí mismos [8].

El santo obispo nos enseña que: “Así es como se calma la divina justicia y se alcanzan las divinas misericordias. En prueba de esta verdad no hay más que leer las santas Escrituras y la historia eclesiástica, y se verá que muchas veces ciudades, provincias y naciones enteras han sido perdonadas por la penitencia de los pecadores y por la paciencia y resignación con que los justos han sufrido sus penas y trabajos. ... Grande y muy grande honor es para todo cristiano ... llevar con Jesús la cruz. Además, es muy grande también la esperanza que el que padece lleva consigo de eterna felicidad, porque está escrito que si con Cristo padecemos, con Cristo seremos glorificados” (cf. Rom 8, 17) [9].

Por JDG y LACH

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[3DE MATTEI, Roberto, Conferencia “Los nuevos escenarios en Italia y Europa con y después del coronavirus”, traducida en http://www.robertodemattei.it/es/2020/03/25/nuevos-escenarios-en-la-era-del-coronavirus-el-coronavirus-es-un-castigo-divino-consideraciones-politicas-historicas-y-teologicas/

[4La importancia de esta consagración puede vislumbrarse si consideramos que la Segunda Guerra Mundial se abrevió por un acto semejante realizado por el Papa. En efecto, el 31 de octubre de 1942, durante un radiomensaje a Portugal con ocasión de la clausura del año jubilar de las apariciones de Fátima, el S. S. Pío XII consagró la Iglesia y el género humano al Inmaculado Corazón de María. En 1943, la Hna. Lucía tuvo una revelación de Nuestro Señor, que ella así relató en carta del 4 de mayo: [Dios] Promete el próximo fin de la gue­rra, en atención al acto que se dignó hacer Su Santidad . Pero como fue incompleto, queda la conversión de Rusia para más adelante” (cf. P. Antonio María Martins SJ, El futuro de Espa­ña en los documentos de Fátima, Madrid, 1989, p. 181). La atroz guerra tardó aún tres años en acabar. No queremos imaginarnos qué atrocidades adicionales habrían sucedido sin aquella consagración y sin las oraciones de los fieles.

[5"Nove discorsi per predicare in occasione di flagelli", editado en el Perú bajo el título Sermones de esperanza para tiempos de calamidad, Lima, Asociación santo Tomás de Aquino, 2007, pp. 87-89)

[7Acerca de esto, Tradición y Acción por un Perú mayor coorganizó con asociaciones hermanas la conferencia "Nueva normalidad: maniobra de ingeniería política y social”, que puede verse aquí: https://youtu.be/F0CCxsGFWSY

[8En San Antonio María CLARET. Escritos espirituales. BAC, Madrid, 1985. pp. 227, 233 y 229.

[9Ídem, pp. 234-235.





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