
Una visión unilateral de la parábola del Buen Pastor lleva a algunos a abandonar a las ovejas fieles para ir en busca del lobo, ponerlo cariñosamente sobre los hombros, e introducirlo en el redil.
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Una visión unilateral de la parábola del Buen Pastor lleva a algunos a abandonar a las ovejas fieles para ir en busca del lobo, ponerlo cariñosamente sobre los hombros, e introducirlo en el redil.
En 1806 los ejércitos de Napoleón esparcían por toda Europa las ideas ateas e igualitarias de la Revolución Francesa, arrasaban y extinguían el Sacro Imperio Romano-Alemán, fundado por Carlomagno hacía más de mil años. Acentuaban así el proceso de demolición de la Cristiandad, iniciado tres siglos antes con la seudo Reforma protestante y continuado con las ideas impías del iluminismo.
“¡Ya sé de qué trata este artículo! ¡Puedo notarlo desde su título!” , podrá decir algún lector.
Dejemos que esos lectores hostiles a la pompa en la liturgia de la Iglesia se preparen para una sorpresa: San Francisco abogó precisamente por lo contrario, ¡y cuán enfáticamente!
En el Sínodo Ordinario de obispos a realizarse dentro de pocas semanas, donde se tratarán temas de familia, una corriente eclesiástica propone relativizar la aplicación de la doctrina moral de la Iglesia sobre matrimonio bajo pretextos “pastorales” . No es la primera vez que esto ocurre.
En la festividad del nacimiento de María Santísima, ofrecemos a nuestros lectores este excelente comentario de Plinio Corrêa de Oliveira, rebosante de espíritu católico, que resalta cómo ese feliz acontecimiento ”momento culminante en la historia de la lucha contra el mal”, prolonga sus efectos hasta nuestros días.
Hace algunas semanas las redes sociales se hicieron eco de un extraordinario suceso ocurrido a fines de julio en un cuartel militar español próximo a Madrid. En esos días una ola de calor seco procedente del África ocasionó temperaturas excepcionalmente altas en el suroeste de Europa, y particularmente en España. Ello provocó que en el predio de la base militar de El Goloso, asiento de la brigada de Infantería Blindada “Guadarrama” , se desatara el día 30 de julio un incendio incontrolable.
Los diez Mandamientos son la propia Ley natural; los puntos fundamentales de todo orden que debe existir en el mundo. Si el mundo cumple los diez Mandamientos, tendrá paz y prosperidad. Una prosperidad que no significará vicio, sino gloria, y encaminará al hombre a la sabiduría y a la nobleza. Si el mundo abandona esos Mandamientos, se pueden establecer tratados e instituciones; se puede jurar la paz y descubrir elementos magníficos de aproximación entre los hombres -las facilidades de comunicación, por ejemplo-; se puede hacer lo que se quiera, y el mundo terminará precipitándose en la vorágine de todas las crisis.
El 24 de mayo la Iglesia celebra la fiesta de María “Auxilio de los Cristianos” . La invocación fue introducida en las Letanías de la Santísima Virgen por el Papa San Pío V, en agradecimiento por la gran victoria de las armas católicas en la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), que quebró definitivamente el poderío naval otomano. Y la fiesta fue instituida por el Papa Pío VII, en acción de gracias por su regreso a Roma el 24 de mayo de 1814, tras haber permanecido durante cinco años prisionero de Napoleón Bonaparte.
¿Qué pedir a María Auxiliadora en su fiesta? Plinio Corrêa de Oliveira, fervoroso mariano, nos hace una sencilla y excelente sugerencia.
En la Pascua de 1945, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira publicó en el órgano oficioso de la Arquidiócesis de São Paulo “O Legionário” , el artículo que sigue, relacionando la festividad de la Resurrección de Nuestro Señor con la situación del mundo que entonces emergía de la 2a Guerra Mundial. Pasados 70 años, el lector se sorprenderá de la plena adecuación de ese texto a los días actuales.
Hoy es la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. En el libro de Edesia Aducci, “María y sus títulos gloriosos” , puede leerse el siguiente diálogo entre Nuestra Señora y el vidente Juan Diego:
“En la primera aparición, Nuestra Señora, hablando en el idioma mexicano, se dirige a Juan Diego: “Hijo mío, a quien amo tiernamente, como a un hijo pequeñito y delicado, ¿a dónde vas? Respuesta de él: “Voy, noble Señora mía, a la ciudad, al barrio de Tlaltelolco, a oír la Santa Misa que nos celebra el ministro de Dios y súbdito suyo” .