El común denominador de los santos del Perú es una peculiar nota de gracia y encanto maravilloso, que trasluce en todos ellos. San Juan Masías, cuya fiesta se celebra el 18 de septiembre, no es excepción. Aquí siguen algunos trazos de su edificante biografía.
Nació Juan en Rivera del Fresno (Badajoz), en la agreste Extremadura, el 2 de marzo de 1585, de padres de noble estirpe aunque decaídos en la fortuna.
Desde muy niño sufre los reveses de la vida: a la edad de cuatro años pierde a su padre, y poco tiempo después fallece su madre. En su aflicción Juan recurre al Cielo, y es escuchado con creces.
"Milagro de Santo Toribio", del pintor italiano Sebastiano Conca.
Plinio Corrêa de Oliveira fue entusiasta admirador de la gigantesca obra evangelizadora de Santo Toribio de Mogrovejo, cuya fiesta conmemoramos en Perú el 27 de abril. En una reunión para los miembros más jóvenes de Tradición, Familia, Propiedad en San Pablo, ensalzó la figura del segundo Arzobispo de Lima, descrita en la biografía que sigue:
Hay varias invocaciones de San José que podríamos considerar. Creo que, entre esas invocaciones, ninguna es más bonita que "Protector de la Iglesia Católica".
El protector de algo es, de algún modo, un símbolo de aquello que protege. Consideren Uds., por ejemplo, alguien que sea guardia de la reina de Inglaterra. Él, de algún modo, toma en sí algo de la realeza de la reina; ¡es un honor ser guardia de la reina! Para ello se escogen los individuos más capaces, los que tengan más coraje, los que en las guerras probaron mayor dedicación a la Corona inglesa. Estos son los invitados a ser guardias de la reina.
Verdadera efigie de San Martín de Porres. De una anónima pintura en cobre existente en el Monasterio de Santa Rosa de las Monjas de Lima.
Sin duda uno de nuestros santos más populares y queridos, que por sus cualidades, virtudes y hechos extraordinarios es también el más ilustre de los peruanos. Las circunstancias adversas de su origen —nacido de la unión ilícita de un hidalgo español, Don Juan de Porres, con Ana Velásquez, negra liberta— no fueron obstáculo para que la Divina Providencia lo colmara de virtudes y dones naturales y sobrenaturales.
El 31 de julio la Iglesia conmemora a uno de sus más célebres héroes modernos, San Ignacio de Loyola. Siguiendo su espíritu, los jesuitas se distinguirían como eximios contrarrevolucionarios, primero enfrentando la revolución protestante y dando impulso decisivo a la Contrarreforma y a la evangelización de América; después, combatiendo los errores filosóficos de la Ilustración; y más tarde, defendiendo el orden social cristiano contra el laicismo y el "modernismo".
El impulso que tomó en el siglo pasado la entronización del Sagrado Corazón en el mundo entero
se debe sobre todo a un extraordinario
sacerdote peruano, el P. Mateo Crawley-Boevey SS CC. Hoy, cuando
los anti-modelos -incluso eclesiásticos-
parecen ser la regla, es más que oportuno resaltar la figura de este
ejemplar sacerdote, honra de la Iglesia y del Perú.
Nació el P. Mateo -cuyo nombre de bautismo era Manuel Eduardo- en Sachaca, Arequipa, en 1875, del matrimonio del caballero inglés don Carlos Octavio Crawley-Boevey, de hidalga estirpe emparentada a los Barones de Highgrove, con doña María Murga, "arequipeña de sangre española con gotas irlandesas".
La ignorancia religiosa en que vivimos ha producido, entre otros efectos nocivos, el de desvirtuar por completo el significado real de algunas determinaciones de la Iglesia que, cuando son mal interpretadas son enteramente estériles de frutos espirituales, pero cuando son bien comprendidas, son fértiles en gracias y provechos de todo orden. Es lo que se da, por ejemplo, con relación al culto a San José. Propuesto por la Iglesia como modelo de los jefes de familia y de los obreros, y también por el inmenso acervo de virtudes con que fue enriquecido por la gracia, fue modelo ideal de todas las grandes virtudes católicas.
La sublime paradoja de un sastre indígena que, siendo simple laico, fundó en Lima una casa religiosa para españolas pobres, sobresalió por su caridad, recibió luces proféticas y murió en olor de santidad.
Con demasiada frecuencia la palabra "indigenismo" significa la exaltación de las sociedades primitivas y hasta salvajes, al gusto de cierta izquierda neomarxista que, a través de la revolución cultural,busca llevarnos hacia un comunismo neotribal y anárquico.
Al segundo Arzobispo de Lima, cuya festividad se celebra en el Perú el 27 de abril, la nación peruana y la América Española le deben el más precioso y esencial de sus dones, que es su identidad católica.
La extraordinaria obra evangelizadora de este gran santo es prácticamente desconocida, incluso en el propio Perú cuya indeleble esencia católica tanto contribuyó a forjar, por lo cual conviene dar aquí una breve semblanza de ella.
Don Antonio de Saavedra y Leiba es uno de los tantos personajes olvidados de la ciudad de Trujillo. Sin embargo, hasta los primeros años del siglo pasado era una de las figuras más conspicuas y respetadas de la ciudad. Cronistas de esa época narran que los miembros de las aristocráticas familias de Trujillo iban en peregrinación hacia "la vieja Iglesia de Huanchaco", para rendirle oraciones y pedir su intercesión ante una causa imposible.